Capítulo 1: El Llamado de la Playa solitaria

Hace ya 12 años, adquirimos un terreno en una apartada comunidad del estado de Oaxaca. Jamás imaginé que aquel pedazo de tierra y la construcción que emprendí hace apenas 3 años se convertirían en la razón que transformaría mi vida por completo.

Hasta el año 2019, aquel terreno representaba tan solo un rincón olvidado en una playa virgen, desprovisto de valor personal. Nuestras visitas eran meramente preventivas, para asegurarnos de que no fuera invadido por la maleza o reclamado por la comunidad local.

Fue en diciembre de 2020, durante nuestras vacaciones en Puerto Escondido, cuando, en nuestra tradicional visita anual al terreno, percibimos con asombro que el sendero que conducía hasta él había sido despejado, ahora transitable para llevar material de construcción.

A pesar de la vista alentadora, no contemplé realizar ninguna obra en ese momento; era una época de riesgo sanitario. Sin embargo, en enero de 2021, una tragedia familiar cambió el curso de nuestras vidas.

Los primeros días de enero de 2021, recibimos la preocupante noticia de que mi hermano Javier estaba enfermo, coincidiendo con un rebrote de COVID en México. Luego, mi hermano Antonio también enfermó, ambos en el mismo mes. Ambos sucumbieron a la pandemia. Para el mes de febrero, después de analizar nuestra situación financiera, decidimos reducir la empresa. De más de 19 empleados en 2019, nos quedamos con solo 7 en 2021; la pandemia causó estragos en nuestra situación financiera debido a la ausencia de nuevas ventas durante todo el año 2020.

Esta combinación de eventos, junto con la disminución del trabajo y los ingresos, me llevó a considerar que era el momento adecuado para iniciar un proyecto de retiro.

Lo ocurrido con mis hermanos me inundó de dudas y reflexiones. ¿Para qué seguir trabajando y acumulando riquezas si en cualquier momento podemos partir de este mundo, dejando únicamente los recuerdos que la gente atesora de nosotros? Fue así como surgió en mí la idea de crear un espacio donde las

personas pudieran disfrutar con sus seres queridos y recordarnos. Cyndy y yo teníamos aquel terreno en esa playa virgen, y parecía el lugar ideal para dar vida a esta visión.

Cabe mencionar que hemos recorrido muchos estados de la República Mexicana, presumiendo de conocer 31 de los 32 estados del país. Algunos viajes los realizamos en motocicleta, otros en automóvil; algunos fueron por placer y otros por asuntos de negocios. A lo largo de todas estas travesías, hemos aprendido valiosas lecciones sobre lo que la gente necesita cuando viaja o se toma un tiempo de descanso, al menos la gente de nuestra edad.

Conocemos cuándo se necesita agua y cuándo se necesita vino, cuándo comer una ensalada y cuándo un buen corte de carne. A veces viajamos con amigos motociclistas que no contaban con recursos suficientes para hospedarse en un hotel de 5 estrellas, así que comíamos lo que podían pagar. En otras ocasiones, viajamos a lugares muy remotos donde los lugares para comer eran simplemente un fogón con una mesa a medio derrumbarse y unos bancos para sentarse.

En marzo de 2021 nos embarcamos en esta aventura. Imaginen el desafío de construir en un lugar donde la presencia del agua, la electricidad y los servicios sanitarios es un sueño, donde solo encontramos arena, palmeras y el vasto mar como compañeros. En ese momento, todos me comentaron lo difícil que sería esta empresa, e incluso algunos añadieron con humor: «Y luego, tan lejos».

Logré asegurar los servicios de un supervisor de obra, un conocido de la comunidad llamado «Don Leonardo», y encomendé a mi cuñado Pedro la elaboración de los planos del proyecto. Resultó ser una experiencia divertida; cuando envié los planos a Leonardo por correo electrónico, él respondió: «Espere, voy a ir con mi hija, ella le sabe, y en Río hay un lugar con internet donde podemos imprimirlos». Un día después, recibí su llamada triunfal: «Don Juan, ¡he encontrado a un albañil capaz de leer los planos que envió!». Me sorprendió escuchar esas palabras: “Leer los planos que mandé».

Con una sonrisa en su llamada, Leonardo añadió con gracia: «Aquí no construimos con planos, solo construimos».

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